Por: José Miguel Núñez
La República Dominicana, como toda nación, tiene derecho a
crear leyes que sirvan de soporte para un justo, moderno y organizado sistema
de migración. Eso nadie lo discute. Por décadas,
organizaciones, intelectuales, políticos, religiosos, etc, han venido hablando
sobre la necesidad de que tengamos una política clara al respecto. Pero el
destino de nuestro país lo mueve el aire de los intereses creados. Todo depende
de coyunturas. La razón de ser o no ser de los hechos en nuestra patria,
dependerá de los beneficios que puedan crear a favor de un determinado grupo de
poder. Ese "nacionalismo" que hoy enarbolan muchos, ofuscados por por
la ignorancia y creencias desfasadas, y aplaudido por falsos profetas de la
dominicanidad, da pena, tristeza y hasta miedo. Estamos en un mundo
globalizado, donde muchas e importantes leyes tienen que ajustarse a la
realidad existente. Los Estados Unidos y la nueva ley de migración que se
encamina, es un ejemplo palpable de los cambios que en esa materia deberán
regir mundialmente en el futuro. No hay que ser un inminente jurista para saber
que no podemos crear leyes a espaldas de la realidad mundial; que no podemos
desconectarnos de ese hilo sutil, y cada vez más extenso, que se llama
humanismo. No podemos organizar nuestra patria, socavando, arruinando la
existencia de seres humanos tan dominicanos como nosotros, cuya única
"culpa" es haber nacido al otro lado del Masacre. Los queremos
condenar por el mismo "delito" que cometen a diario decenas de
dominicanos que nacen en Los Estados Unidos, España, Holanda, Puerto Rico...
Hay que organizar nuestro país, pero sobre las bases de principios modernos,
sin prejuicios, sin atropellos; con humanismo y solidaridad. Históricamente,
los haitianos al igual que nosotros, han sido victimas de los grupos corruptos
y criminales que han dirigido la vida política de ambas naciones. Desterremos
el odio y la ignorancia con un discuro de amor y fraternidad y después habrá
motivos para organizarnos.
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