EL EGOISTA QUE SE REGALÓ CHOCOLATE.
Había una vez un hombre egoísta. Pero, pensándolo bien, ahora no recuerdo bien si era realmente “un hombre egoísta”, “un niño egoísta”, “un joven egoísta” o “una mujer egoísta”. Para no cometer un error, mejor digamos: “Había un egoísta”, no importando si es hombre o mujer, niño o joven.
A este egoísta le gustaba mucho el chocolate. Para las navidades del 2011 se dijo: -“Ya está aquí la época navideña, que es un tiempo de regalos. Me regalaré, pues, chocolates. Todos los chocolates que pueda”.
Así lo hizo, en efecto: compró todas las cajas de chocolates que había en el mercado para él solo, de tal manera que nadie podía encontrar ni un “cacaíto” en todo el país.
Pero he aquí que al ir comiéndose los chocolates, el egoísta se fue inflando y tornándose cada vez más oscuro, como el cacao. Tanto se infló que se convirtió en un globo y empezó a flotar y a elevarse por los aires. La gente lo vió remontarse hasta perderse de vista. Subió más allá de la estratosfera terrestre y se mutó en un hoyo negro, uno de esos objetos extraños del espacio sideral, que se traga, como los egoístas, todo lo que entra en su órbita, no importando su tamaño, sea polvo cósmico, un cometa o naves espaciales.
Hoy corre sin rumbo, solitario, rodeado de la frialdad inmensa del universo astral; y nadie quiere aproximarse a él, porque es un hoyo negro, que se traga cuanto le pasa cerca.
Se espera que un día se pueda aprovechar toda la energía encerrada en los hoyos negros para ponerla al servicio del bien común. Lo mismo se espera de cada egoísta.
Que seas, junto a tu familia, tus amigos y tu comunidad, una estrella, jamás un hoyo negro; y si has acumulado mucho dinero o mucho chocolate a causa del egoísmo todavía hay tiempo: compártelo y te mutarás en una Estrella de Navidad.
NAVIDAD 2011
Por: Jonathan Nuñez.
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