El absurdo del hombre
imprudente, demoníaco y necio es creerse dueño de la vida ajena. Dios, es dueño
nuestro. La sangre que tu mano derrame, será pesada en la balanza de la
justicia y cada gota que se derrame, tendrás que recogerla y llevarla a su
lugar. Será eso posible.... Solo un Dios puede hacerlo, jamás el hombre. Ojalá
que no se vuelva a repetir, pues, a quien hierro mata, hierro muere y la caldera del
infierno esperarán un alma sucia llena de odio y de maldad.
Viva Dios y viva su vida en
sus hijos amados.
Por: Jonathan Núñez
No hay comentarios:
Publicar un comentario