Por: Sara Pérez para www.mibaitoa.net
Hace poco, unos jóvenes de Mao, María Madera, Carlos Reyes, Cristian Rodríguez, Randolfo Jiménez y José Bueno rompieron el record Guinness de lectura ininterrumpida, tras superar las cuchumil horas leyendo continuamente.
La hazaña les mereció la visita, con cinco horas de retraso y las felicitaciones del Presidente de la República, Leonel Fernández, que quizás en su condición de lector reconocido, al menos de solapas de libros, no quiso que se le escapara la oportunidad de salpicar a los jóvenes con un poco de su promocionado aprecio por la erudición.
Además, como exitoso promotor de relumbrones de bisuterías, el Presidente Fernández, que no arriesga sus huevos en la seria instrucción de las nuevas generaciones, ni en las posibles contraproducencias de un pueblo mínimamente educado, sí está dispuesto a suscribir la importancia de los Record Guinness y de cualquier otra baratija cultural, social y política de las que él se involucra o encabeza. "Si están en el Guinness, están en la historia" le dijo el mandatario a los jóvenes. Lo preocupante es que quizás no fue un chiste.
Aunque no se me ocurre una actividad más anti-comprensiva que una desenfrenada chorrera de lectura encarretillada, a los que protagonizaron la actividad ciertamente les lucen esas verbenas inocentes, tanto por su fresca juventud, como por la buena intención y hasta por la disciplina del esfuerzo.
También es todo un milagro que aparezca quien sepa leer en un país cuyo gobierno no tiene la educación entre sus prioridades y se ha negado a cumplir la ley del 4% del PBI para ese renglón, porque esos recursos son para enriquecer funcionarios y contratistas ladrones, para comprar simpatías políticas que el Presidente no consigue gratis y para que el mandatario viaje como si fuera el Emir de Dubai
La imagen de los muchachos maeños resulta tan desamparada y tan simbólicamente significativa, en sumarísimo contraste con el ilustrado y, sobre todo, próspero Presidente, que viendo la conmovedora foto, quise darles a los jóvenes lectores algunos consejos, no sea que se lleven mucho de Fernández y acaben confundiendo la gimnasia con la magnesia, como le ocurre al propio Presidente. He aquí mis notas para ellos:
Muchachos y muchachas interesados en la lectura, leer, aún más que escribir, es vicio agotador y arte sagrado que compromete el alma de quien se adentra en los ritos de la lectura cumpliendo su código de honor, que es muy breve, porque nada más tiene una sola ley: quien sabe, no ignora. Es un postulado simple y aunque resulta lo suficientemente abierto y flexible como para que en él quepan las imprecisiones y dudas que acompañan siempre a toda verdad, no se presta a simulaciones e imposturas fraudulentas, como las de ya ustedes saben quién.
En atención a ello, no se les ocurra leer como ha leído Leonel Fernández, cuyas lecturas parecen haber rodado por encima de un ataúd de plomo, rigurosamente sellado, sin encontrar resquicio donde filtrar alguna inquietud humanista, una fibra aunque fuera aislada de un sólido principio, un pequeño rastrojo de poesía, un minúsculo sentido de integridad o una brizna de compromiso sincero hacia el exprimido pueblo al tienen acosado con impuestos, abusos y robos descarados, como en el caso de la Ley de Hidrocarburos que sólo la aplican cuando el precio del petróleo sube, pero no cuando baja, que es la situación actual. Eso sin ponerse a averiguar a qué bolsillos específicamente van a parar los fabulosos beneficios de la especulación con el petróleo que el gobierno de Leonel Fernández coordina y dirige contra su país.
Parece que las enjundiosas lecturas del presidente solo han servido para coser unas arandelas de plástico encima de unas relucientes ganzúas.
¿De qué sirvieron los libros? ¿Para ensamblar el más depredador de todos los gobiernos que ha padecido la República Dominicana? ¿Para desvalorizar la vida y trivializar la muerte como no consiguieron hacerlo ni Trujillo, ni Balaguer? ¿Para convertir el Estado, al servicio exclusivo de una élite minúscula, en el enemigo más asfixiante y brutal de la gente común y en el violador impune más pretencioso e irritante que tiene el país? ¿Para meter la cabeza bajo el ala sabiendo que el tema de la inmigración haitiana y de la población domínico-haitiana pende sobre el país y necesita una intervención seria de parte del Gobierno?
¿Para qué sirvieron los libros de Derecho en manos del Primer Ejecutivo que no se avergüenza de presidir un país donde su Policía, atiborrada de sicarios, metida hasta la coronilla en el crimen organizado y desorganizado, mata gente por "sospecha", asesina personas bajo su custodia y aniquila a capricho y por su cuenta? ¿Qué fue lo que aprendió en sus lecturas un Presidente cuya estrategia es simplemente hacerse el chivo loco, ante los desmanes y los crímenes cometidos por las mafias policíacas y militares? ¿Simple verborrea? ¿Palabras huecas? ¿Plumas de burro?
No lean como ha leído el Presidente Leonel Fernández que después de ajar con sus manos y engrajecer con su sudor incontables tomos de sociología, economía, historia, literatura, antropología, política, filosofía, cibernética, etcétera, lo único que aprendió fue a desplumar un país, como si fuera una gallina para un sancocho. Eso sí, muy modoso él, se acomoda su servilleta para no ensuciarse la camisa.
En las palabras de felicitación del Presidente, este les dijo, que las lecturas les permitirán ser mejores ciudadanos, con espíritu crítico y un potencial de participación en el debate público, con mayor reflexión, más eficiencia y mucho más sosiego. Esa parte, tómenla con pinzas. Comiencen a ejercitar su espíritu crítico releyendo el libro de Juan Bosch que leyeron cuando rompieron el record, pero esta vez háganlo despacio. Comparen lo que Juan Bosch escribió con las actuaciones de Leonel Fernández y el gobierno y saquen sus propias conclusiones.
No dejen de reparar en que en la República Dominicana hay miles de analfabetos que son infinitamente mejores ciudadanos que el Presidente, que cada vez que desbarra lo hace con conocimiento de causa y el punto del sosiego bórrenlo porque no es verdad.
El sosiego que menciona el Presidente es el que él exhibe cuando habla sus muy sosegadas mentiras sobre la boyante situación de República Dominicana y el que él espera que también exhiban los sosegados ciudadanos que lo escuchan, con la boca abierta.
Sí, tomen los libros, abrácense y piérdanse en ellos. Sumérjanse sin salvavidas, móntenlos, clávenle los dientes como vampiros sedientos, mastíquenlos y bébanlos. Pero si una lectura los sosiega es porque no sirve. Las buenas lecturas inquietan, despiertan, florecen, explotan. Se les meten por dentro, tocan su corazón, acarician su sexo, les pule el cerebro y los empujan a hacer la pregunta correctísima que nunca se hacen con sosiego: ¿Por qué?
Huyan del sosiego. Déjenselo a los muertos.
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