Por: Jean Carlos Collado
Jesús recurrió a la relación existente entre acreedores y deudores para ilustrar que
Dios está inclinado al perdón, pues nos exhortó a orar: “Perdónanos nuestras deudas” (Mateo 6:12). De este modo, equiparó los pecados a obligaciones financieras (Lucas 11:4). En efecto, cuando pecamos, nos hacemos “deudores” de Dios Cierto léxico explica que el significado del verbo griego para “perdonar” es “dejar pasar un débito, o dispensarlo, al no exigir su pago”. Cuando Dios perdona, es como si cancelara lo que tendría que cargar en nuestra cuenta. Los arrepentidos pueden sentir alivio: una vez anulada la deuda, nunca se la reclamará (Salmo 32:1, 2).
El perdón de Dios se representa también en Hechos 3:19: “Arrepiéntanse, por lo tanto, y vuélvanse para que sean borrados sus pecados”. Las palabras en cursiva traducen un verbo griego que puede significar “quitar frotando”, “cancelar” o “aniquilar”. En opinión de algunos entendidos, transmite la imagen de borrar palabras escritas con tinta. ¿Cómo era posible borrar este líquido? Gracias a que se trataba por lo general de una mezcla de carbón, goma y agua, lo cual permitía despintar las letras con una esponja mojada si no había pasado mucho tiempo. De esta manera se ilustra bellamente la misericordia de Dios. Cuando él nos absuelve de un pecado, es como si lo eliminara pasándole la esponja.
Al reflexionar en tales imágenes literarias, ¿no es obvio que Dios desea que sepamos que realmente está dispuesto a perdonarnos los pecados si nos ve arrepentidos de corazón? Y no debemos temer que más tarde vaya a tenerlos en cuenta. Así lo indica otra enseñanza bíblica sobre su gran misericordia: siempre que Dios perdona, también olvida.
“No me acordaré más de su pecado”
Dios hizo esta promesa referente a los partícipes del nuevo pacto: “Perdonaré su error, y no me acordaré más de su pecado” (Jeremías 31:34). ¿Quiere decir esto que cuando él dispensa las faltas, las borra de su memoria? No, porque las Escrituras refieren los errores de muchas personas a quienes perdonó, como David (2 Samuel 11:1-17; 12:13). Es obvio que Dios sigue teniendo conciencia de ellos, y para beneficio nuestro, los ha dejado por escrito en su Palabra, señalando además que el arrepentido obtuvo la remisión de sus pecados (Romanos 15:4). Entonces, ¿qué significa la afirmación bíblica de que Nuestro Padre Celestial no se ‘acuerda’ de lo que perdonó?
El verbo hebreo traducido “me acordaré” supone más que traer a la memoria el pasado. Como menciona la obra Theological Wordbook of the Old Testament, “conlleva además la idea de tomar la acción pertinente”. De modo que “acordarse” del pecado implica en esta acepción adoptar medidas contra los transgresores (Oseas 9:9). Por consiguiente, al decir Dios: “No me acordaré más de su pecado”, nos garantiza que cuando perdone sus faltas al arrepentido, no tomará luego represalias (Ezequiel 18:21, 22). Dios olvida en el sentido de que no saca a colación en repetidas ocasiones el mismo error para acusarnos o castigarnos una y otra vez. ¿Verdad que es reconfortante saber que él perdona y olvida?
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